(A
mi padre ausente)
Te escribo esta carta padre, ahora que me has dejado.
Gracias padre, por los mágicos momentos,
que me cobijabas en tus brazos, cuando yo era pequeño,
cuando estaba enfermo, tú me mimabas sin dudarlo
y me dabas cariño y amor incondicional.
Me cubriste con tu ternura me entregaste tu energía,
y tu
fuerza de corazón.
Tú presencia me confortaba, y te recodaré hasta que Dios,
me venga a buscar y contigo me quiera llevar.
Cuando te he necesitado,
cuando me sentía solo, tú estabas
ahí.
Cuando murió mama, tú me reconfortaste,
cuando estaba triste, tú sin vacilar venías a mí.
Te fuiste sin despedirte padre,
te fuiste la noche más fría que yo haya vivido,
ahora el frío corre por mis venas al no poderte abrazar.
Veo tus señales en el cielo, en una estrella,
que nunca te
puede alcanzar,
aún no ha borrado tu
sonrisa y no paro de pensar
cómo se puede besar el cielo y el mar para que llegue allí
donde tú estás.
Te partiste sin despedirte y tengo tantas cosas que contarte,
hoy me siento frente al mar,
mirando donde te puedo
encontrar,
he llorado tantas noches sin dar con el consuelo,
me he abrazado he gritado tu ausencia
sin aire en los
pulmones,
he aprendido que la vida pega y duele,
pero no he perdido la
fe.
Grito fuerte tu nombre, sé que me escuchas,
sigo pensando recordando, aunque duela hoy,
me duele más que ayer y menos que mañana.
Te extraño hoy que no estas contigo,
dejaste dolor con tu partida,
y aunque no haya sido el mejor hijo,
te recordare toda la vida.
El viento trae la nostalgia,
y en mi alma brota la tristeza,
salen de mis ojos lágrimas,
cuando pienso padre en tu ausencia.
Quedo en mi memoria impregnada
aquella risa de tu cara,
me entregabas tu corazón
las veces que me abrazabas.
Y cada noche al recordarte
me invade mucho la nostalgia,
y a solas me pongo a pensar
y se me escapan unas lágrimas.