Muy cerca de mi ocaso,
yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que, si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: ...
Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡más tú no me dijiste que mayo fuese eterno
! Hallé sin duda largas noches de mis penas;
El poema es precioso y la vida lo es tambien a pesar de todo...besos
ResponEliminaMuchas gracias por tu aportacion
EliminaBesos
La poesía no sana, pero es placebo. Un abrazo. carlos
ResponEliminaGracias por tu visita
ResponEliminaBesos