SUPERVIVIENTE

Madre de la humanidad,

Hoy tu te encuentras en hambre y guerra,

por culpa del hombre y su vanidad.

Me habita un cementerio

aquí al lado de mis muertos.

no necesito amigos

me da miedo querer porque he querido,

a muchos y a todos los perdí en la guerra.

Me basta con mi pena.

Ella me ayuda a vivir

estas noches desiertas

esta cuenta incesante de las pérdidas.

               .....

Ya la guerra y sus horrores,

ni del cielo la voz pura,

nada enfrena la locura

de sus pechos pervertidos.

La victoria es nuestro amor,

combatir, nuestra costumbre,

la Gloria huella como a vil escoria

a los niños y a la madre.

Matar, morir, es el fin

de nuestra ventura loca.

Todo el campo es humo,

muerto y sobre vivientes

agonizantes sin rumbo

¡Fuego! ¡sangre! ¡destrucción!

Se saltan montes y llanos:

el pavor crispa las manos

en las crines del bridón.

                …..

El muro de un hospital de sangre.

Por los campos luchados se extienden los heridos.

Y de aquella extensión de cuerpos luchadores

La sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo.

Y las heridas suenan, igual que caracolas,

cuando hay en las heridas.

La sangre huele a muerte,

venganza y traición.

Allí donde el herido palpitante,

herido estoy, miradme: necesito más vidas.

La que contengo es poca,

la sangre que quisiera perder por las heridas.

Decid quién no fue herido.

Mi vida es una herida de juventud dichosa.

¡Ay de quien no esté herido, de quien jamás se siente

herido por la vida, ni en la vida reposa

herido alegremente!

                …..

PARA LA LIBERTAD

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.

Para la libertad, mis ojos y mis manos,

como un árbol carnal, generoso y cautivo,

doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones

que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,

y entro en los hospitales, y entro en los algodones

como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos

de los que han revolcado su estatua por el lodo.

Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,

de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,

ella pondrá dos piedras de futura mirada

y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan

en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño

reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.

Porque soy como el árbol talado, que retoño:

porque aún tengo la vida.

MIGUEL HERNÁNDEZ